En abril de 1933, el ya maduro poeta José Bergamín lanza en Madrid una nueva revista. En aquellos años son cientos las revistas que se publican tanto en la capital como en el resto de España. Estamos en los años de la República, una época convulsa pero también de grandes esperanzas y oportunidades, en especial en el campo de la educación y de la cultura. Bergamín llamará a esa revista Cruz y Raya, una referencia al carácter abierto, no dogmático (a pesar de su inspiración declaramente cristiana pero no clerical), de la revista. En la portada aparecen los signos más y menos, que subrayan esa apertura.
De hecho, en ella escribieron tanto algunos de los inspiradores y fundadores de la Falange (como Rafael Sánchez Mazas o Luys Santa Marina) como destacados escritores de la generación del 27 (Rafael Alberti o Federico García Lorca). Reivindicó autores poco conocidos de la literatura española medieval y del Siglo de Oro al tiempo que publicaba lo más granado de la cultura europea. Aunque los autores italianos traducidos no son los más numerosos, su presencia no deja de ser realmente significativa, también por los traductores que se ocuparon de ellos. El más relevante es probablemente Luigi Sturzo fundador del Partito Popolare Italiano, disuelto por Mussolini en 1925, lo que llevó a Sturzo a un largo exilio en Londres, donde se convirtió en azote de los totalitarismos europeos. Cruz y Raya tradujo y publicó dos artículos expresamente encargados, con estos reveladores títulos: «Fascio lictorio y cruz gamada» (enero 1934) y «El Estado totalitario» (julio 1935). El resto son obras más antiguas, incluso muy antiguas, como La Filomena, atribuida a San Buenaventura (escrita originariamente en latín), o las obras de dos místicas, la célebre Santa Catalina de Siena y Santa Catalina de Génova. El último autor traducido es Francesco Algarotti, del que la revista publicó una miscelánea de fragmentos escogidos, con una jugosa introducción de su traductor y antologista, el ya citado Sánchez Mazas. No es este el lugar para hablar largo y tendido de este escritor, que se convirtió en personaje de Soldados de Salamina gracias a la pluma de Javier Cercas, pero hay que recordar que fue profundamente influido por la cultura italiana (y también por el fascismo) durante su larga estancia en los años 20 del siglo XX en Italia como corresponsal de ABC. Su faceta de traductor del italiano, que no se limita a esta traducción, es totalmente ignorada por la crítica y desconocida para el público.